miércoles, 7 de agosto de 2013

A vueltas con el instinto maternal

Hace unos meses tomé parte en uno de los cursos de Nociones Comunes. Era sobre crianza y cuidados, un tema que ha pasado a ser "mi tema" desde poco después de que naciera mi primer hijo, Bam Bam, en 2009. Una de las cuestiones que no tuvimos tiempo de debatir fue la del instinto maternal.


Es un tema bien complicado, en el que se entremezclan grandes dosis de conocimiento especializado y cantidades aún mayores de prejuicios ideológicos. Yo no soy ninguna experta, ni tampoco puedo presumir de estar libre de prejuicios. Pero confío en que estas notas que preparé para aquel curso puedan ser de utilidad para situar el debate en un terreno más o menos razonable. Que no es poco: en efecto, muchas veces la discusión parte de posiciones bastante poco sensatas.



A un lado tenemos la postura negacionista que representa, por ejemplo, Elisabeth Badinter: el instinto maternal no existe. Las vidas plenas de miles de mujeres que deciden no ser madres, o los abundantes ejemplos de madres que no aman a sus hijos o que incluso muestran conductas negligentes, descuidadas y hasta agresivas que comprometen la supervivencia de su progenie avalarían esta postura.

Al otro lado están quienes defienden la existencia de un instinto maternal poderosísimo que funciona como guía para la buena crianza de los hijos. Laura Gutman podría servirnos para ilustrar esta posición. La idea básica es que, si nos despojamos de los ropajes artificiales de la cultura y nos liberamos de represiones e ideas preconcebidas, accederemos a un cofre de sabiduría biológica que nos permitirá prescindir de consejos y de conocimientos adquiridos sobre crianza.

Las dos posturas hacen aguas. Los consejeros que, cuando tienes un hijo, te animan a “escuchar tu corazón” o a “hacer lo que te dicta tu instinto”, olvidan que cuanto más compleja y social es una especie, menos depende la conducta maternal de pautas instintivas o de niveles hormonales, y más del aprendizaje y de las respuestas complejas a un montón de variables dependientes del entorno. Por ejemplo, con ciertos roedores es posible activar o desactivar la conducta maternal con chutes de oxitocina y otros medios bioquímicos, mientras que entre los primates esto ya no es posible. Y esas mismas hembras de roedor pueden desarrollar conductas maternales apropiadas aunque hayan sido privadas del contacto con hembras cuidadoras de su especie, mientras que las primates privadas de ese contacto no saben qué hacer con sus crías, hasta el punto de que no se les ocurre ni ponérselas al pecho.


El instinto maternal no es una pauta de conducta genética bien definida que obliga a las mujeres a desear tener hijos, a amarlos incondicionalmente una vez nacidos y a poner siempre sus intereses por encima de los propios.

La maternidad y la crianza son hechos profundamente sociales y culturales, hondamente dependientes del marco en el que tienen lugar y de los conocimientos adquiridos a lo largo de toda la vida.

Pero eso no significa que no exista algo así como un instinto maternal, o unas bases biológicas para la conducta maternal amorosa y cuidadora, como muchas veces ha pretendido el pensamiento moderno (y con él, diversas corrientes de pensamiento feminista), en su obstinada negación de toda naturaleza humana.

Lo que sucede es más complejo y más ambiguo.

En algún lugar intermedio entre estas dos posturas debe haber un terreno de acuerdo en el que pueda aceptarse la hipótesis de la existencia de una base biológica para el amor maternal sin que eso signifique aceptar que las mujeres estamos hechas para ser madres amantísimas y para cuidar amorosamente de cualquier criatura desvalida. Desde luego, de entre las miles de hipótesis sobre conductas adaptativas, sin duda una de las mejor fundadas es la que defiende la existencia de una base genética para la respuesta cuidadora ante un cachorro que reclama cuidados. Pero de ahí a considerar que todas llevamos dentro una misma naturaleza maternal que se reflejaría en cada uno de nuestros rasgos de conducta va un abismo.

En este sentido, a mí me ha resultado muy interesante leer algunos textos de la primatóloga Sarah Blaffer Hrdy, como “Mothers and others”.

Hrdy muestra que conductas como la anticoncepción, el aborto, la negligencia materna y hasta el infanticidio están más extendidas en distintas especies de lo que tiende a pensarse. Todas estas conductas aparecen como conductas, digamos, razonables (o adaptativas, si seguimos la jerga al uso) en determinados contextos en los que la crianza supone un desgaste excesivo para la madre. Es decir, no se trata de aberraciones contranatura (como tendieron a dar por supuesto los etólogos varones durante mucho tiempo), pero tampoco de conductas totalmente normales que demostrarían que no existen unas bases biológicas para el cuidado maternal.

Las hembras de distintas especies en las que nadie duda de la existencia de instinto maternal pueden, pues, mantener un abanico muy amplio de conductas maternales que se apartan decididamente de la edulcorada visión de la naturaleza maternal que a muchos les gusta imaginar.

Así, el extenso elenco de casos de desamor maternal, abandono y negligencia que citan feministas negacionistas como Badinter (¿Existe el instinto maternal? Historia del amor maternal, siglos XVII al XX, Paidós, 1991) como pruebas irrefutables de la inexistencia del instinto maternal, no serían tales.

(Quizá, se me ocurre, la incidencia de casos de abandono y negligencia materna podrían constituir un buen indicador para medir la “calidad moral” de los contextos sociales en los que esos desamores se producen…)

Hrdy menciona otro fenómeno interesante. Al parecer, todos los primates y muchos otros mamíferos manifiestan una respuesta cuidadora ante una cría si se les expone durante el tiempo suficiente a las señales que ésta emite. Por supuesto, ese “durante el tiempo suficiente” puede significar cosas muy distintas en los machos y en las hembras. Pero aunque los machos sean más “insensibles” (o se muestren más impasibles) y necesiten más señales y por más tiempo, los etólogos han comprobado que machos de distintas especies acaban reuniendo a los cachorros en una madriguera y lamiéndolos o abrazándolos como haría su propia madre. 

En suma, “aunque cuidar no es una parte rutinaria del repertorio conductual del macho, cuando se le presentan suficientes estímulos, se comporta como lo haría una madre”. Las investigaciones han mostrado que los machos que “sucumben” a los encantos de los cachorros muestran niveles muy altos de prolactina y bajadas importantes de testosterona (para entendernos, un mix hormonal parecido al de las madres puérperas). Y los mismos efectos sobre los niveles hormonales se han detectado en los machos de nuestra especie que acompañan a sus mujeres durante las fases finales del embarazo, el parto y el puerperio. 

Así pues, no es tanto el género, ni el parentesco genético lo que determina la conducta maternal (y las consiguientes alteraciones hormonales), sino “las señales de las crías y la forma en que esas señales son procesadas emocionalmente”.

En suma, lo que estos datos de Hrdy muestran (o al menos, lo que a mí me gusta interpretar) es que:

1- existen bases biológicas para el amor maternal

2- afortunadamente, “maternal” puede aplicarse tanto a los hombres como a las mujeres.

3- los casos de (serio) desamor maternal no son aberraciones contranatura, pero tampoco son, como pretende Badinter, ejemplos de conductas enteramente normales asociadas a distintos estilos de vida ni ejemplos de distintos tipos de respuesta ante diferentes expectativas culturales.


29 comentarios:

  1. Hola Caro (soy Marta C.), qué bien la ideal del blog. Te seguiré. Justamente esta mañana me ha caído este artículo en las manos y me ha hecho mucha gracia: http://www.theguardian.com/commentisfree/2013/aug/07/smart-women-not-having-kids?CMP=twt_gu

    Un tal Satoshi Kanazawa de la London School of Economics afirma en su libro The Intelligence Paradox que las mujeres inteligentes que deciden no tener hijos--aparte de ser egoístas porque están privando a la sociedad de ejemplares con altos IQs--no son tan inteligentes como parecen porque es malo para ellas: "If any value is truly unnatural, if there is one thing that humans (and all other species in nature) are decisively not designed for, it is voluntary childlessness." Ahí queda eso.

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    1. Hola y gracias por la referencia. Así a primera vista diría que el tal Kanazawa no ha entendido nada de nada: ¿Qué tiene de inteligente para un individuo perseguir como fin propio la reproducción de su especie? No soy yo nada partidaria de sociobiólogos tipo Dawkins y sus genes egoístas, pero al menos tienen la virtud de no confundir las motivaciones y fines de los individuos con los objetivos de la adaptación y la evolución de las especies. ¡Que no tener hijos sea malo para tu especie no significa que sea malo para ti!

      Lo que quizá habría que pararse a pensar (si es que la información sobre el menor número de hijos de las mujeres más listas es verdadera) es qué pasa con esta sociedad en la que tener hijos aparece como una mala elección a ojos de gente inteligente. O quizá habría que repensar cómo se mide la inteligencia... ¡A saber!

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    2. No he leído el artículo, pero es posible que haya muchas satisfacciones en el hecho de tener hijos, sociales, culturales y emoconales, Desde un punto de vista de madre egoísta creo verlo.

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    3. Eso mismo argumenta (con bastante gracejo) este libro: http://www.amazon.com/Selfish-Reasons-Have-More-Kids/dp/0465028616 (el autor es una especie de anarcoliberal peligroso)

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  2. ¡Qué alegría! Por escrito será más fácil sacar tiempo para discutir, aunque sea a destiempo. Ánimo con el inicio, te seguiremos con ganas.

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  3. Me ha gustado mucho el post.

    Una pregunta, por lo que entiendo en este punto que comentas:
    "los primates y muchos otros mamíferos manifiestan una respuesta cuidadora ante una cría si se les expone durante el tiempo suficiente a las señales que ésta emite."
    ¿También es una respuesta biológica no?
    Curiosidad

    Lo dicho, gran post

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    1. Creo que sí. Pero diría que lo interesante es que no es puramente biológica. También los primates (y otras especies complejas y sociales) tienen cultura. Y en un caso como este, me parece bastante claro que no se trata de pura respuestas innatas: son cosas que dependen en buena parte de la experiencia, y requieren de, digamos, cierta maduración emocional (aunque imagino que me estoy pasando tres pueblos al usar estos términos con los animales...)

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  4. Casi lloro de la emoción al leer un artículo sobre un tema tan delicado que no se resuma en la tesis "Todo es cultural; culpa del patriarcado y su herencia".

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  5. Enhorabuena por el blog! Ver a Bam Bam sobre la M-30 en el paseo de salvarse de las sombras de los coches que pasan por debajo no tiene precio.
    Me parece difícil diferenciar lo que es social o comunitario de lo que es animal y tiendo a identificarme con los primates, si no tienes ejemplos, malamente podrás actuar.
    Me interesa mucho lo del instinto maternal ¿Es el reloj biológico el instinto maternal? En mi caso es cierto que sentí una llamada animal que me llevaba a querer tener un hijo, mío propio, no me valía una adopción. Visto que los adultos de cualquier especie y género tieneden a proteger a las crías, ¿no convendría cambiarle el nombre a esa parte del instinto maternal y quitarle la denominación "madre"?
    Algo que implicara el concepto de instinto protector o de cobijo o de acogida que conduce a cuidar de los desvalidos. Hay que buscarle nombre, o si ya lo tiene, pasar a usarlo con propiedad. Así, por lo menos, esa parte ya quedaría suelta del resto de "asuntos maternales". Cuando los niños recogen animales heridos y los cuidan, eso no debería llamarse instinto maternal; cuando un adulto no-madre acoge y cuida con ternura a un bebé, eso tampoco debería llamarse instinto maternal, ¿no crees?

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  6. ¡Enhorabuena! Carolina. Por el blog y por la manera de empezar: toda reflexión fundada es poca, dada nuestra tendencia a simplificar, tal vez en exceso, especialmente en estos temas sensibles.

    Es evidente que establecer el peso relativo de los factores que provocan una conducta es muy difícil; cuanto más sabemos, más difícil se hace: factores genéticos, epigenéticos, ambientales, variabilidad intraespecífica, etc. Sin embargo, me siento "obligado" por el contexto a pecar de lo que denuncio una lineas más arriba, a simplificar un poco: en mi opinión las conductas adaptativas tienen, por definición, una base biológica, a partir de ahí y asumiendo que muchas requieren claves contextuales para su adecuado desarrollo, la cultura -como herramienta al servicio, inicialmente, de los diferentes colectivos que la manejan- puede interferir significativamente. En la medida en que la cultura es monopolizada, cada vez más, por quienes tienen la capacidad de "implantar" discursos más o menos complejos en el acervo cultural, este sirve, cada vez menos, a los intereses de los colectivos que lo viven y más a intereses espurios. Pienso, ya que estamos, en esos discursos que ensalzan el individualismo y la independencia sin más y que obvian que nuestra inherente dependencia "biológica" determina algunas de esas claves contextuales necesarias para el adecuado desarrollo de conductas como la crianza. Hablo, claro está, de esa tribu que nuestras "culturas espurias" han disgregado.

    Así que, gracias por llevar nuestra mirada hacia lo que nos reúne; ya hablaremos de los matices en vivo ;-D

    :-***
    Marcos Martino

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    1. Gracias, gracias. Y oye, no sé si entiendo bien tu "En la medida en que la cultura es monopolizada, cada vez más, por quienes tienen la capacidad de "implantar" discursos más o menos complejos en el acervo cultural". Pero, desde luego, comparto la idea de que hay culturas, como la hedonista-consumista actual, que desincentivan y mucho lo de tener hijos. A ver si otro día con más calma...

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    2. Me refiero a que, desde la tradición oral hasta los mass media, la proporción de mensajes ligados a las necesidades reales y a las ficticias (Marcuse) se ha invertido dramáticamente por la presión de los segundos, que obedecen, lógicamente, a intereses (no sólo) comerciales: cualquier anuncio de "leche de sustitución" (no sé si este nombre pretendía ser un eufemismo, ¡vaya tela!) llega a mucha más gente que toda la literatura sobre crianza junta. Y son mensajes, en este caso publicitarios, como ese, los que acaban por "normalizar" determinadas conductas independientemente de si son adaptativas o no. Y, ¿quién acapara una abrumadora capacidad para "colocar" mensajes que acaban conformando las expectativas, valores, normas, etc. que configuran las diferentes culturas?...

      No me respondas ahora; espera a la vuelta de la publicidad ;-D

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    3. Habría que verlo con calma y en cada caso, supongo, pero creo que sobreestimas la coherencia de, digamos, la ideología dominante. Incluso dentro de los discursos que van más claramente a remolque de los intereses comerciales existen las divergencias y hasta las contradicciones. Veo posible, por ejemplo, que ciertas prácticas de crianza que (según entiendo) consideras más adaptativas se vuelvan totalmente mainstream sin que el marco económico y social se transforme realmente. Por decirlo a lo bruto: a lo mejor se hunde la industria de la leche de bote. Pero ya los capitales fluirán hacia la industria de los fulares y las mochilas de porteo o algo así.
      De todos modos, creo que comparto el sentir básico: en términos generales, y a pesar de las infinitas contradicciones que la atraviesan, la ideología dominante es anticuidados, antivulnerabilidad, antiniños, antiviejos, etc.

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    4. ¡Uy!, qué larga se me ha hecho la pausa publicitaria (no tenía activado el aviso de respuesta).

      Nada más lejos que suponerle coherencia a la ideología dominante; digamos que la considero una inercia que se retroalimenta y en la que, tanto la leche de bote como el biberón y otros usos "modernos" en la crianza de nuestros hijos, a diferentes niveles, son consecuencias (algunas, efectivamente, contradictorias). En cualquier caso, la consecuencia última de esa inercia bien podría ser la fragmentación social (por separación sucesiva de los grupos de convivencia tradicionales) y con ello un mayor desvalimiento, por falta de cohesión, es decir, más docilidad y sumisión.

      Vamos, que sí, que, básicamente estamos de acuerdo, creo; y cuando lea el libro y volvamos a vernos hablaremos tranquilamente de ello.

      ¡Enhorabuena por la presentación!.

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  7. Hola Carolina, he leído atentamente tu texto y quiero introducir algunas cuestiones que me han surgido para el debate que planteas.
    Cuando leo el subtítulo: “¿Dónde está nuestra tribu? ¿Cómo y cuándo nos hemos quedado tan solos?...”, me trae viejos recuerdos de la infancia y adolescencia. Los valores de esa sociedad de la década de los 60 y 70 que imponía a las mujeres el matrimonio, la maternidad y el espacio doméstico. ¿De qué “tribu” hablamos?, ¿con qué valores morales?
    A continuación me ha llamado la atención la denominación que has hecho de “algo así como un instinto maternal” para identificar ese algo que no es ni cultural ni biológico, pero es instinto. Es más, no me parece que busques esa bisagra porque centras tu indagación en los supuestos instintos de otras especies, es decir, aportas razones biológicas. Puedo entender tu búsqueda de un lugar para lo biológico porque actualmente parece que todo se reduce a lo cultural, pero no podemos hacerlo dentro de la dicotomía biología/cultura porque entonces no salimos de sus implicaciones.
    Un planteamiento en línea con la idea de estar entre lo biológico y lo cultural, podría ser el del psicoanálisis. En él se explica que no somos seres ni completamente definidos por la biología ni completamente definidos por la cultura: somos las dos cosas, pero al mismo tiempo, no se nos puede reducir a ninguna de ellas.
    Otro tema que me parece importante es debatir qué entendemos por “cuidar”. Mi cuestión es que todo el mundo necesitamos cuidados como seres vulnerables. Puede ser peligroso reducir el debate de cuidados a la crianza, que casualmente es la parte más “suavizada” de los cuidados -entre otras cosas porque acompañas la vida y no la muerte o la enfermedad-, porque sirve para mantener esa idea edulcorada de cuidar. Si muchas mujeres u hombres no cuidan a sus ancianos, ¿es que no tienen “instinto maternal” o es que estamos pensando el cuidado sólo ceñido a la crianza de criaturas, y luego se nos pasa?, ¿o, siguiendo tu argumentación, tendríamos que afirmar muchos tipos de “instintos de cuidados”? ¿Cómo se entiende una “tribu” que no cuida de la gente anciana o enferma?
    Es más según tus argumentaciones el afecto, es un sentimiento biológico puro que responde al “instinto maternal”, pero que puede ser desarrollado por los machos en la misma medida con el contacto de las criaturas. Entonces, ¿todas las personas migrantes que cuidan a criaturas y personas ancianas terminan amandoles? Creo que ellas describen cantidad de emociones, no solo positivas sino también negativas: odio, compasión, asco –cuando hay que limpiarles-, o miedo –cuando hay problemas psicológicos.
    Los afectos y el amor, no son sentimientos libres de la cultura. Por eso mismo Rousseau tuvo que incidir machaconamente en sus discursos (en contra de Diderot y Condocert) para exigir la maternidad como papel social de las mujeres. Hasta entonces las mujeres aristócratas parían y mandaban lejos a sus criaturas para ser cuidadas por otras personas hasta los 10 años aproximadamente. Y por cierto, tampoco era importante quién era el padre.
    Bajo mi punto de vista, una sociedad que busque un modelo ético centrado una vida digna de ser vivida, se situaría en la distribución equitativa, sexualmente hablando, del sostenimiento de la vida de todas las personas.
    Finalmente, ¿por qué centras el análisis del instinto maternal y el amor materno en machos y hembras y en la relación heterosexual?, ¿Y el instinto maternal de lxs intersexuales?
    Así que he llegado a una conclusión que igual errónea: ¿No te parece que aunque al principio afirmes que te quieres salir de nuestro esquema cultural de conocimiento binómico “biología/cultura” has estado todo el tiempo dentro del mismo? Y que además has incidido en sus viejos axiomas ideológicos donde lo biológico es lo verdadero que justifica el comportamiento, y por tanto, el modelo heterosexual

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  8. Con los recortes que hice a la respuesta original se me fue "la tijera" más de la cuenta. El final es: "y por tanto el modelo heterosexual sigue manteniéndose como biológico normativo"

    Gracias por abrir el debate Carolina

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  9. Buf, me comentas tantas cosas... Lo de la tribu: por supuesto, nada más lejos de mi intención que defender "tribus" anteriormente existentes. Soy bien consciente de que el proceso de disolución de redes sociales que nos ha dejado tan solos ha tenido también enormes consecuencias liberadoras, muy particularmente para las mujeres. Pero también es verdad que el avance del individualismo asociado a la economía de mercado y el consumismo nos ha dejado en una situación tremendamente negativa en muchas aspectos, especialmente cuando hablamos de los cuidados, cuando no podemos seguir dando la espalda a nuestra realidad de seres dependientes y vulnerables (todos lo somos, en efecto, pero algunos, durante algunos años, conseguimos vivir como si no lo fuéramos, y todo el marco social desincentiva esa toma de conciencia).

    No puedo estar más de acuerdo en que una sociedad buena sería aquella en la que los cuidados están repartidos equitativamente, sin sesgos de género o clase. Y también soy muy consciente de que en el cuidado no es todo positivo, ni mucho menos. Pero me atrevería a afirmar que, tanto en la crianza como en el acompañamiento de la enfermedad y la muerte, las partes negativas se suavizan muchísimo si el cuidado se produce en un entorno comunitario en el que se comparte con otros.

    Por lo demás, precisamente esta entrada trata sobre el instinto maternal, entendido como algo que tiene, al menos, una base biológica. No era, pues, mi intención salirme del binomio cultura-biología, sino reivindicar un lugar -más bien estrecho, pero lugar al fin y al cabo- para la biología. Y una vez reivindicado, darle un par de vueltas señalando algunos hechos un tanto paradójicos. Hechos que a mí, al menos, me reafirman en mi convencimiento de que quienes se empeñan en extraer consecuencias y más consecuencias de amplias repercusiones sociales a partir de ese lugar biológico (sociobiólogos, psicólogos evolucionistas, especialistas en crianza del bando "pro-niño", etc.) suelen caer en elucubraciones bastante discutibles. Más, desde luego, de lo que tienden a aceptar gente tipo Dawkins o Pinker.
    Para mí, salirse de la dicotomía cultura-biología tiene que ver con darse cuenta de que probablemente no hay conductas o hechos humanos puramente culturales y conductas puramente biológicas: más bien lo que hay es un continuo naturaleza-cultura a lo largo del cual se pueden ir situando las diversas prácticas: probablemente la preferencia por las proteínas, las grasas o el dulce sea un rasgo bastante cercano al polo natural; mientras que la preferencia del cuscús de cordero a a la fabada sea un rasgo bastante cercano al polo cultural.

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  10. Más reflexiones
    En primer lugar, quiero contarte que la maternidad para mí ha sido un campo de batalla. Estuve unos cuantos años buscándome el deseo o instinto de ser madre o el instinto maternal. Nunca lo encontraba, me entraban todo tipo de malestares, me culpabilizaba, me sentía egoísta. Todo esto a pesar de mi biografía de amplios cuidados a mis hermanas y primxs, impuesta por las exigencias patriarcales a las niñas o mujeres de la red familiar en la época de los 60 y 70. Y sin embargo o por ello mismo, me formé para ser educadora social, y como tal he trabajado con familias excluidas de diversa estructura (nuclear, monoparental, monomarental, extensa, segundas uniones nucleares con hijos de anteriores relaciones, etc.); asimismo con grupos de infancia y adolescencia durante 13 años. Posteriormente, en escuelas de madres y padres con familias no excluidas durante 5 años.
    Entrando en tu texto inicial y tu contestación, no he logrado entender qué defines por instinto maternal o amor maternal. En relación con el ejemplo que traes de los machos que dan afecto y cuidados después de insistentes llamadas de la cría, creo que también ocurriría parecido ante la llamada de ayuda de una hembra herida o un macho herido adultos, unxs responderían antes que otrxs. Creo que amar a priori o a posteriori está implícito en el hecho de amar, incluso para las mujeres en relación con sus criaturas. Puede haber muchos motivos pero, por lo que me han contado, unas las amaban ya antes de gestarlas porque querían ser madres biológicas, otras con el tiempo porque no lo tuvieron claro antes, algunas nunca porque no quisieron tenerlas o por otros motivos de su relación materno-filial. El amor no define siempre las relaciones de cuidados cuando cuidamos sin amar.
    No me ha quedado claro si quieres o no salirte de nuestro viejo esquema simbólico cultural, centrado en el conocimiento del mundo en clave binaria de opuestos y jerárquico (biología/cultura). Un esquema en el que no cabe término medio, o un opuesto es superior o lo es el otro. De manera que, dar más lugar a lo biológico no es equiparar sino darle más valor, no sé cómo cabe ese lugar “estrecho”.
    Entonces, me parece deducir que las prácticas cercanas a lo biológico superior en esa continua tensión naturaleza/cultura que me defines, se situarían quienes aman a priori el querer tener y cuidar criaturas, fundado en que poseen la capacidad de gestar. Por otro lado, cercanas al extremo de lo cultural quienes aman y cuidan a las criaturas cuando ya existen y se relacionan, pero no pueden gestar. ¿A esto te refieres con el continuo de naturaleza/cultura en el caso de los cuidados o el instinto maternal? Y ¿dónde se sitúan aquellos varones que, a priori quieren tenerlos y cuidarlos, pero no pueden gestar?, ¿Y mujeres como yo que no las hemos querido tener y compartimos cuidados con las de otrxs?, ¿Necesitamos dar valor superior a lo biológico para justificar las decisiones propias de tener criaturas a lxs demás? ¿O para compartir los cuidados?
    Hasta ahora nuestro desarrollo moral ha estado dividido en dos: una ética de los cuidados reaccionaria y feminizada (dar cuidados a expensas de los deseos y necesidades propias a la familia), frente a otra ética de la autosuficiencia (sin necesidades de recibir o dar cuidados) más valorada en el capitalismo ¿No te parece más prioritario construir escenarios políticos de distribución equitativa de cuidados?, ¿No te parece más solidario luchar por los derechos a ser madre desde diferentes modelos de maternidad?, ¿O a no serlo si no se quiere?
    Finalmente, entiendo que la responsabilidad última de maternar (criaturas), como todas las decisiones sobre nuestra vida, es individual. Esto es lo intrínseco a nuestra existencia humana que estamos solas y solos ante nuestras decisiones. Y si queremos una maternidad en la que se distribuyan sus cuidados de manera colectiva, creo que necesita de acuerdos previos públicos sobre sus términos: educación, responsabilidades, tareas, etc.

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    1. Buf, son tantas cosas las que comentas... Quería sobre todo aclarar que no es que yo crea que hay que dar un valor superior a lo biológico: sólo quería reivindicar un huequito algo que puede parecer muy poca cosa, pero a mí, que vengo de un entorno de negacionismo extremo de la naturaleza humana (mundillo académico de letras), me resulta rompedor. Dicho esto, no puedo estar más de acuerdo en que lo que de verdad necesitamos es "construir escenarios políticos de distribución equitativa de cuidados". Con esa frase das en el clavo.

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    2. Interesante post, pero quizás ahora en los comentarios pareces recular un poco? Las implicaciones de lo expuesto pueden asustar, es indudable. Aunque no debería pasar, pues el que algo sea “lo natural” no implica que haya de ser aceptado como moralmente bueno.

      Me recuerda un poco al gran Darwin, que tardó años en escribir "La evolución de las especies", azorado, angustiado, preocupado porque esa realidad innegable que había visto implicaba un cambio brutal en su concepción del mundo (él iba para religioso) y venía en realidad a destruir el mayor argumento para la existencia de Dios. Muchos palos le cayeron en la época por atreverse a destruir el dogma.

      Científicamente está muy claro, desde hace décadas, que lo que llamamos instinto maternal (instinto que empuja a la hembra a tener hijos y cuidarlos con pasión) es una realidad biológica indiscutible. Igual que el instinto que empuja al macho a intentar procrear con cuantas más hembras mejor, por ejemplo. Son obviedades científicas. Ojo, que algo sea biológico, natural, etc. no implica que sea automáticamente bueno o deseable según nuestros parámetros morales. Pero aquí hablamos de realidades, de hechos, no de moralidades, creo.

      Igual de indiscutible es el impulso innato, genético, que todos tenemos a alimentarnos... y el hecho de que unas personas lo tengan más "fuerte" que otras, o incluso que haya gente que sufra trastornos alimenticios, que quiera comer poco, o incluso que apueste por dejarse morir de hambre, no anula en modo alguno el hecho de que como todos los animales, tenemos grabado a fuego en nuestro ADN que hay que comer, e incluso qué tipo de comidas hay que buscar preferentemente. Igual con el instinto maternal.

      Estamos diseñados para tener hijos y asegurar su supervivencia. Punto. La madre, en la mayoría de circunstancias mataría por su hijo, más que por el del vecino, y más que por una barra de pan o una roca... O arriesgaría su vida por cuidar de su hijo hasta extremos inconcebibles en otros temas. Instinto maternal. Lo que no quiere decir que en circunstancias concretas y extremas ese instinto maternal pueda verse superado por otros instintos importantes como el de la propia supervivencia de la madre, si el riesgo es demasiado alto. O por trastornos de cualquier tipo. Por supuesto todo esto aderezado con una gran variabilidad genética entre individuos.
      Y no confundamos con otros temas como puede ser el cuidar o querer a otros miembros de la tribu, o ser compasivo, o tal... son otras cosas. El instinto maternal es madre-hijo y aunque pueda tener algunos puntos comunes con otros cuidados, es una cosa distinta. Y existe un instinto paternal? Pues sí, también el hombre está empujado a cuidar del hijo que llora y que pide comida, a "amarlo" en lenguaje coloquial. Pero eso no quiere decir que esa pulsión sea necesariamente tan fuerte o tan automática, DE MEDIA, como la de las madres. Hay varios factores que hacen inevitable esta diferencia: al fin y al cabo la madre es la úncia q en condiciones naturales puede asegurar la supervivencia del niño en los primeros momentos (el macho de un primate no puede dar de mamar). Por otro lado, hay otro tema importante en las diferencias de comportamiento hembra-macho y con muchas implicaciones para muchas cosas, algo básico y brutal: en la naturaleza, una hembra SIEMPRE sabe que su hijo es SU hijo, mientras que el macho NUNCA puede estar 100% seguro de que el hijo es suyo. Y esta asimetría básica es la base de muchas diferencias comportamentales. Es superinteresante tirar del hilo, pero sería muy largo.

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    3. Por supuesto, el que este impulso esté grabado a fuego en los genes, no quiere decir que no pueda verse modificado, afectado, por la realidad cultural en la que se viva. Para bien o para mal, el entorno cultural influye, y en algunos casos mucho. Pero no hay duda de que la base es la que es, genética, y que ya sobre esa base se pueden construir mil castillos culturales, que durarán lo que dure esa cultura. La cosa se pone aún más interesante filosóficamente hablando, si nos atrevemos a admitir que la cultura está ella misma influida y constreñida por la biología. ¿Es acaso extraño que la mayoría de rasgos culturales de importancia (es decir, comúnes a varias culturas, no extravagancias surgidas en un momento y lugar concreto) vayan siempre en la dirección que marcan los instintos biológicos, en la misma dirección que lleva el comportamiento animal? Piensa en serpientes y religiones, piensa en lo que cada cultura considera atractivo (dificil encontrar una cultura que considere atractivo el mal olor, verdad? odas y poemas alabando el nauseabundo olor de una persona enferma y rodeada de pulgas? ¿hay tradiciones orales que promuevan y ensalcen en un hombre algunas características que una hembra primate jamás seleccionaria? Por ejemplo la debilidad en un hombre? la falta de ingenio? No abundan esas tradiciones verdad?) Acaso los roles que las culturas del mundo asignan a las mujeres en el cuidado de los niños, acaso se separan mucho de los roles que marcan los genes en la mayoría de animales?... Pensemos en casi cualquier rasgo cultural de importancia y encontraremos que simplemente es una ritualización, una exageración o un embellicimiento de los impulsos innatos que llevan marcando gran parte del comportamiento humano (homínido, primate) desde hace miles y millones de años.

      Negar la importancia de la biología, incluso asignarle un papel secundario, un pequeño rincón, es negar la evidencia y seguir atados a unos paradigmas ideológicos surgidos en los años 60 y 70 que han lastrado las ciencias sociales durante este tiempo. Es entendible el miedo a que dar categoría de "natural" a ciertas cosas pueda parecer legitimarlas. Pero hay que ser valientes y hacer uso de nuestra racionalidad, y poder enfrentar ciertas cosas que no nos gustan sin necesidad de mentirnos a nosotros mismos sobre su origen. Pasa lo mismo con el miedo al racismo. Aún estamos lastrados por los horrores de ciertas ideológias racistas (que aducían base científica a sus postulados). Pero acaso nuestras convicción antirracistas son tan débiles y huecas que se hundirían si mañana un estudio mostrase por ejemplo que a los "negros", DE MEDIA, se les dan peor las matemáticas que a los "blancos". No tengo ni idea de si es así o no. Pero espero que si un estudio mostrase algo así, nadie lo acusase de racismo, y sobre todo, que nadie empezase a despreciar a un grupo humano por ello.

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    4. Pues luego igual saco más rato para releer tu comentario y contestarte más a fondo, pero de momento, una duda (como inexperta en la materia): para que esté probado que estamos genéticamente determinados a tener hijos y a cuidarlos, ¿no se supone que se tiene que haber aislado, identificado, conocido de algún modo el gen o grupo de genes responsables de esa conducta? Y, hasta que eso no pase, ¿no estamos hablando de hipótesis (muy bien fundadas, y todo eso, pero hipótesis al fin y al cabo)?

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    5. Con tu segundo comentario estoy, creo, bastante de acuerdo, siempre que luego tengamos cuidado en distinguir qué son hechos y qué son hipótesis mal contrastadas: sabiendo como sabemos los prejuicios que han guiado tantas veces a los investigadores en ámbitos tan sensibles como la conducta (no sólo la humana: los prejuicios también se dejan sentir en el estudio de la conducta animal) muchas veces no es buena idea apresurarnos a aceptar como hechos probados sobre la naturaleza ciertas teorías... No se trata solo de separar lo que son hechos de lo que son juicios de valor (que también, por supuesto), sino de analizar muy bien qué prejuicios han guiado qué investigaciones (en un sentido y en otro: también la negación de la naturaleza humana ha lastrado y hecho mucho daño a estudios de antropología), qué pruebas se aducen, etcétera. Vamos, que hay mucho capullo haciendo ciencia, y de momento, la biología (con el apoyo de la estadística y demás) no puede equipararse con la matemática, donde me puedo creer que los prejuicios y los valores no cuentan.

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    6. En primer lugar admitamos q la idea por defecto, salvo que se aportasen pruebas de lo contrario, debería ser pensar que el engendrar y cuidar hijos es algo innato, natural, genético. Al fin y al cabo, si no, cómo es q los mamíferos o aves sobreviven y tienen hijos, por los que se desviven para que lleguen a la edad adulta, si no lo tienen grabado en sus genes? La inmensa mayoría de especies no tienen una cultura ni remotamente parecida a la nuestra. ¿Cómo es que una madre murciélago carga con su bebé en vuelo, agarrado al pecho y le da de mamar y lo acicala, a pesar del tremendo lastre que le supone acarrearle? Por qué un pequeño mono tití cuidara de su cría con entrega a pesar de no tener “cultura”? Cómo es que si secuestramos a unos pequeños zorrillos hembras y machos y los reintroducimos en un habitat vacío de zorros, acabarán procreando y cuidando de sus crías sin haberlo aprendido de nadie (otra cosa es que si ADEMÁS pueden aprender de alguien, lo harán mejor la primera vez)? Si una catástrofe deja huérfanos en una paradisíaca isla a un grupo de niños y niñas de cortísima edad (y asumiendo que sobreviven hasta adultos), ¿creemos q llegados a la pubertad serán incapaces de tener sexo? Y una vez q las chicas queden embarazadas, acaso creemos que arrojarán a sus hijos al mar sin más, que no se desvivirán por esas criaturas? Si respondemos no a esta última pregunta, estamos asumiendo que ese instinto es innato.

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    7. Pero respondiendo más concretamente a lo de tener q encontrar “el gen” del instinto maternal: primero, seguramente no existirá tal gen único, sino que lo que llamamos instinto maternal, como muchos comportamientos, estará codificado por un conjunto de genes cuyos productos interaccionan entre ellos y con el “hardware” del cuerpo de tal forma que inducen un comportamiento X ante una situación Y. Pero para smplificar, hablemos de “el gen”. No, no es necesario poder decir “este es el gen del instinto maternal” para demostrar que ese instinto existe y está grabado en nuesros genes. Del mismo modo q no necesitamos encontrar el gen que hace que los negros de África Occidental tengan, de media, un mayor potencial para correr rápido que los “blancos” o que los negros de África Oriental. No hace falta más que ver los campeonatos de atletismo. Y da igual que esta persona nazca en una comunidad rural de Nigeria, en una buena urbanización de Los Ángeles o en una chabola de Trenchtown, Jamaica. Al parecer, los genes asociados a ciertas etnias de origen bantú dan como resultado una fisiología que, de media, le da una ventaja en esta clase de esfuerzos. Es obvio que la genética está implicada, aunque no sepamos cuál es el gen exacto que lo motiva.

      Un ejemplo más “del rollo”: ¿los niños juegan con “cosas de niños” y las niñas con “cosas de niñas” de manera innata (marcado por genes) o por imposición cultural? Aunque no hayamos encontrado “el gen” de “juega con cosas con ruedas si eres niño o juega con muñecas si ers niña”, sabemos que esto está biológicamente marcado (aunque sorprendentemente hay todavía mucha gente, muy formada, que hace como que no lo sabemos).
      Los niños humanos tienen tendencia a jugar o a dibujar cosas distintas a las que eligen las niñas (de media, por supuesto). Si esto en lugar de biológico fuese cultural, no obtendriamos lo siguiente: que las niñas que tienen hiperplasia adrenal innata, es decir que generan mayor cantidad de hormonas “masculinas” de la normal muestran una selección de objetos de juego o de motivos pictóricos similar a la de los niños y distinta a la del resto de niñas.
      Las crías de varias especies de primates (desde monitos muy alejados de nosotros, hasta los cercanos chimpancés o gorilas) muestran la misma preferencia en cuanto a juegos que los niños y niñas humans en función de su sexo. Y en algunos casos “literalmente” además pues los investigadores han usado juguetes humanos, coches, peluches, muñecas... encontrando que las crías macho tienden a jugar más con coches (cosas con ruedas, más “activas”) que las hembras, que tienden más a jugar con muñecas! Teniendo en cuenta que no hablamos de un estudio aislado, sino de varios independientes, de distintos investigadores, realizados en distintas épocas, con especies distintas... Obviamente, aunque no sepamos cuál es “el gen” concreto que hace eso podemos afirmar con seguridad que esas diferencias comportamentales vienen de serie, están marcadas en los genes, no son creados por ninguna cultura. Aunque por supuesto, la cultura puede retroalimentar esas diferencias.

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    8. ¿Quiere esto decir que debemos obligar a las niñas a jugar con muñecas y a los niños con coches porque es lo natural? No. Porque hablando con propiedad no es lo natural para “los niños”, sino que es lo natural para “la mayoría de los niños”, y más para unos que para otros, habiendo algunos, menos, para los que lo natural, su tendencia, su impulso es jugar con muñecas o combinar las dos cosas o lo que sea... Es decir, tanto en esto como en otras cosas, lo importante es reconocer que aunque existan tendencias mayoritarias totalmente respetables, somos muy variables y la clave es saber/poder respetar tranquilamente también las tendencias minoritarias. Ese es el problema de la mayoría de tradiciones humanas, que se basan, sin maldad ninguna, en la generalización, encumbrando comportamentos mayoritarios a la categoría de norma, convirtiéndolos en “lo deseable”. No es raro en un cerebro diseñado para generalizar sucesos, como forma de adquirir lecciones útiles para la supervivencia...

      No se trata de conseguir que “los niños y las niñas” jueguen a lo mismo, sino que cada uno pueda jugar sin presiones a lo que más le apetezca, y si consiguiendo eso resulta que el 80% de los niños juega a las peleas y las carreras y el 70% de las niñas a las muñecas, pues muy bien. Lo terrible sería forzar a la mayoría de niños a jugar con muñecas, o al contrario, forzar a una niña a jugar con muñecas cuando ella lo que quiere es jugar a las peleas todo el día con sus primos.

      Dedsde mi punto de vista no hay nada malo en q la tradición, de manera general y suave acompañe a la tendencia natural mayoritaria, siempre que esa tradición esté enriquecida con algo así como “pero lo importante es que cada uno haga lo que le pida el cuerpo y lo importante es ser feliz”. Por desgracia eso no es exactamente así aún. Pero a lo que voy es que no debería escandalizarnos que los niños jueguen más a unas cosas y las niñas a otras...no es fruto de ninguna opresión...solo deberíamos preocuparnos de cómo, sin imponer nada a la mayoría, podemos lograr que las tendencias naturales minoritarias puedan expresarse de manera normal y sin estridencias, con tanta “naturaliad” como las mayoritarias... Lo que no es poco. De hecho lo es todo.

      Pero bueno, esto venía a cuento de si es necesario encontrar el gen específico que crea un comportamiento para saber que un comportamiento es de orígen genético. La respuesta corta: no :-)

      Respecto a los prejuicios del investigador.... Me temo que si lastran es en la dirección contraria a lo expuesto: la opinión culturalmente dominante es que todo se debe a tradiciones patriarcales, cultura, poca biología. De todos modos, hay que diferenciar entre estudios detallados, cuantitativos, con estadística adecuada y estudios más descriptivos. En los primeros, si están publicados en una buena revista hay MUY poco margen para que los prejuicios influyan en el resultado, ni siquiera en las conclusiones (los revisores suelen tener la mano muy suleta a la hora de cortar conclusiones demasiado "imaginativas" y alejadas de los frios datos). Si acaso los prejuicios podrían influir en qué cosas se estudian. Pero una vez estudiada, hay poco margen para que estos tengan influencia en el resultado.

      Otra cosa son simples estudios descriptivos, todavía comunes en algunos nichos de la primatología (donde siempre hubo cierta idealización y antropocentrización), aquí pueden ser más importantes los prejuicios, aunque no decisivos... pero ya digo que si acaso juegan en la dirección contraria: el primatólogo deseando ver en el chimpancé rasgos idealizados y no manchados por nuestra "nefasta cultura humana"

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    9. No creas que mi silencio significa que me has convencido, eh? Es que estoy liadísima. Un día de estos prometo sacar rato para intentar (en vano) convencerte yo a ti y de paso poner en orden algunos argumentos sobre estos temas que me rondan la cabeza.

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    10. Genial. A la espera estoy :)

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  11. ¡ Hola Caro !

    Muy interesante el blog, el post y el debate que está suscitando. Voy a echar un ojo a "mothers and others". Seguiremos informando. Besos.

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